Uno puede ser amante del miedo, de la incertidumbre, acaso del ayuno.
Mantenerse en silencio, jugando, intermediando a lo otros solo para domesticarlos.
Se puede actuar como un trajín de impermeables.
Uno puede ser solo un cuerpo, un solo cuerpo, un vehiculo irremediable e injusto, molesto:
Un artista del hambre.
Un aparato de moda y de público, abandonado como un beso en el aire que no vuelve,
como un pedazo de pan que se cae al suelo mojado y es alimento para mondrigos y animales.
Solo en el silencio, la incertidumbre de ser observado, en el placer de confiscarse y ser único testigo de las relaciones entre la gente caminando y espectando desde la tribuna, para ser espejo, muro conciente de ellos. Y, de los demás.
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